El pasado domingo 2 de julio, vecinas y vecinos de la población Los Nogales se reunieron nuevamente en la plaza Rodrigo Rojas Denegri (Padre Vicente Irarrázaval con Capitán Galvez) para hacer la romería en homenaje al joven estudiante y fotógrafo, quien fuera quemado vivo por agentes militares el 2 de julio de 1986, en medio de una de las Jornadas de Protesta Nacional más multitudinarias que se vivieron durante la Dictadura Civico-Militar.
En el acto, que terminó en el lugar donde Rodrigo fue apresado por los militares junto con la joven nogalina Carmen Gloria Quintana, vecinas y vecinos prendieron velas que representan esa memoria rebelde que, a pesar de los años, sigue viva gracias a acciones como ésta.
Les dejamos unas imágenes de la actividad y le damos las gracias a las vecinas y vecinos que organizan esta actividad, que fortalece nuestra memoria colectiva.
Recordar (del latin “recordis”): Volver a pasar por el corazón
“De repente Carmen Gloria sintió su cuerpo empapado. Uno de los militares estaba rociando su cuerpo con gasolina, de pies a cabeza. Ella se sorprendió, y ni por un instante se imaginó lo que le iban a hacer. “Sabía que en mi país degollaban, mataban, que desaparecía gente, que torturaban, pero jamás pensé que me fueran a quemar”, confesaría después. En ese momento quiso creer, para darse ánimo, que pronto pasaría todo y que llegaría a su casa a bañarse y quitarse de encima ese líquido que ardía. Hasta les pidió a los hombres que tuvieran cuidado, porque le estaba entrando a la boca.
-Pobre güevona, le está entrando a la boca -oyó que decía con sorna uno de ellos, y que los cuatro se reían.
Le arrojaron algo, que a ella le pareció una botella. La explosión la lanzó al suelo, y vio todo su cuerpo en llamas. Quedó unos segundos perpleja, paralizada de horror, viéndose a sí misma arder. Inmediatamente corrió para un lado y otro, se refregó contra el suelo, trato de apagarse el pelo con las manos, hasta que perdió el conocimiento.
No supo cuánto tiempo después, ya semiconsciente, se dio cuenta que la envolvían en una frazada y que la arrojaban, como un bulto, arriba de un vehículo.
Sintió gente que le pasaba por encima, pisándola, y se desvaneció de nuevo. Cuando algo la despertó, estaba muy lejos de allí, tirada en un hoyo. Era la voz de Rodrigo, el fotógrafo:
-Vamos a un hospital -le decía-. Tenemos que buscar ayuda.
Ella abrió los ojos y se sobresaltó, porque vio un monstruo tendido a su lado. El muchacho tenía toda la cara cubierta por quemaduras rojas y negras, los labios calcinados y retorcidos, los ojos muy saltados, sin párpados, y la cabeza en carne viva, sin pelo. Carmen Gloria pensó que así debía estar ella también.
-¡Mira! -le susurró, con el hilo de voz que le salió de la garganta-. Mira lo que nos hicieron los desgraciados”.
Rodrigo Rojas Denegri, presente. ¡Ahora y siempre!